No me puedo dormir. Me voy a
caer del tren. Tengo que seguir rezando.
Dios te salve María, llena eres de gracia… qué
rosario más bonito el mío. Tanto que se lo quería pasar a la Angelita. Ay, qué chigüina más linda. El día que me fui me llevó una conchita
que se había encontrado en la playa. Mire
abuelita, para que se acuerde de mí. Como si la pudiera olvidar…
Levanto la cabeza de un solo para
no dormirme y agarro el rosario bien fuerte. Madrecita, ayudame. Y cuidá a la Angelita y a sus hermanitos y a su
mamá. Pobre la Brenda, cuidando a los niños y todo el día el Enrique
afuera. Trabajan duro y nada les pagan. A como está la situación… por eso tuve
que irme.
Ya me había ido una vez, a
cuidar unos chavalos a Costa Rica. Les tenía tanto cariño a esos niños hermosos,
tanto que aprendieron a decir Chilo
antes que mamá. Cuando la patrona me
dijo que ya no me podían pagar sentí un vacío en el pecho. En el bus de vuelta
a Nicaragua lloraba, pero tenía que ser en silencio. Como ahora.
Me percato que estoy llorando,
pero al menos así no me voy a dormir. Los extraño tanto. Yo no los quería
dejar. Pero me pesaba más en el alma ver a los chiquitos durmiéndose sin un
grano de arroz en el estómago, ver al David chavalito, yéndose a trabajar con
el papá, a sus diez añitos. A la Brenda
ardiendo en calentura mientras el tierno en puro llanto. Los ayudo más yéndome
para los Estados Unidos que estando ahí, siendo otra boca para alimentar.
Espero hallar trabajo, pero
no sé cómo son las gringas. Yo no soy holgazana, siempre dejo todo nítido y no
me robo ni un real. Diosito quiera que me encuentre a una patrona que me trate decentemente.
Y que con lo que me pague me alcance para mandarle a la Brenda y el Enrique.
Se me están cerrando los
ojos. Ya no puedo más. Ay jodido, me mata el hambre…
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