Estímulo: Describir una misma escena primero desde un yo subjetivo (primera persona) y después desde una tercera persona (él o ella) objetivos.
En este asiento la tinta me mancha las manos. Los tonos negros sobre la piel blanca asemejan lo que ahora soy en tu memoria: un parchón de tinta entre los surcos del cerebro. Un tachón agresivo, un error.
Floto entre las demás manchas. Algunas de ellas son más notorias que las demás, porque ya te has lavado el cerebro con el agua del llanto alegre. Ojalá mi parchón estuviera más marcado. Sin embargo, ya has encontrado a alguien por quien llorar de la felicidad.
Entre estas hojas se escriben las crónicas de una chica olvidada. Y te juro, te juro, como dice el conciso cummings, te juro por todas las flores que mi amor siempre fue y será adulto. En el mismo respiro te admito que te odio, te odio porque somos el mismo polo. Qué doloroso es que en un solo pecho convivan fuerzas tan insaciables y antagónicas.
Me dejaste en el frío, con el alma partida e incompleta. Me dejaste rodeada de gente pero sola, tan sola. A través del hueco que me dejaste al arrancarme un pedazo de carne se desbordan los sentimientos con cada latido. Por eso es que decido escribir algo que jamás leerás.
Y así es como arranco la hoja y la escondo en lo profundo de mi bolsillo.
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La chica castaña sentada diagonal a mí está llorando. Mientras lo hace escribe con tal vigor que estoy segura que las letras se podrán leer incluso cinco páginas después. El bus se mueve con pesadez, y la calle desigual por los huecos hace que salte de vez en cuando. La chica con enagua está tan pero tan tensa que ni se mueve en su asiento. Sus rodillas están rígidas la una contra la otra, y sobre ellas está el cuaderno rayado de resorte.
De nuevo se limpia las lágrimas con el dorso de la mano, que se devuelve manchado de negro por el encrespador y la tinta. Sigue escribiendo con fuerza. Tanto llorar le ha dado hipo, por lo que periódicamente da brinquitos. También se está estremeciendo levemente.
Para un momento de escribir y respira hondo. Mira a través de la ventana. En el reflejo del vidrio se puede ver su expresión atormentada. Es una muñeca de ojos grandes, nariz respingada y boca roja. Su cara está manchada de negro. Sus párpados están un poco cerrados en un gesto de dolor.
Después de ver el paisaje un rato, vuelve su mirada abajo. Súbitamente arranca el papel del cuaderno y, arrugado, lo guarda dentro del bolsillo de su chaqueta negra.
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Disfruten de mi sufrimiento romántico, jaja. Soy tan patética. Basado en una historia real. Efe.
La profe me dijo que le gustó mi prosa poética, yay. Espero que a ustedes también les guste.
Con amor,
Nan.
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